De Pintxos por Donosti

Una cultura de pintxos tan arraigada y significativa como la donostiarra bien merece una buena visita y un posterior análisis en nuestro blog. Unos días en esta hermosa ciudad nos permitió perdernos por las calles del casco antiguo y vivir en primera persona esta experiencia.

 

Cuando entras en los diferentes bares de la zona antigua de la ciudad, no puedes evitar posar la mirada sobre las barras de los establecimientos. La mayoría están totalmente cubiertas por una gran variedad de pintxos.


La tradición indica que se deben recorrer varios bares comiendo algún pintxo en cada uno. Para no saturarnos con las bebidas, es costumbre pedir un corto de cerveza llamado "zurito" o un corto de vino llamado "txikito". También se puede porbar la sidra vasca, que es del estilo de la sidra asturiana de espicha y se vende por vasos.


Aunque llevábamos alguna referencia de cúal local visitar, preferimos dejarnos llevar de una calle a otra y entrar en los que mejores vibraciones nos generaban desde el exterior.


Hay una mecánica común para pedir los pintxos. Primero indicas al camarero que quieres algún pintxo y te da da un plato para que cojas los que quieras. Al terminar se lo enseñas para que eche la cuenta y le pides la bebida. Normalmente pagas en ese momento y ya puedes comerlos tranquilamente en alguna mesa o la barra.


Por la costumbre de consumirlos en cuadrillas de amigos, suele ser habitual que cada ronda la pague una persona, habiendo mas ocasiones para devolver la invitación en rondas posteriores. Por lo que no se recomienda pedir al camarero que cobre un pincho y una caña a cada individuo.


Los precios de los pintxos variaban entre los 2 y los 2,5 euros, en función de la materia prima utilizada en su elaboración. Los zuritos suelen tener un precio medio de 1 euro.


Una de las cosas que mas nos agradó fue la flexibilidad de horarios para poder degustarlos. Nosotros los comimos para la cena de un día, en el vermú de otro, incluso después de la tradicional hora de comer. Lo que nos pareció una comodidad muy grande, sobre todo para el turista que no respeta los horarios de comidas tradicionales por priorizar en la visita a las diferentes partes de la ciudad.


Aunque nos fijamos que el tipo de pintxos se iban repitiendo en los diferentes bares, en todos encontramos una gran variedad donde poder elegir nuestro preferido.


Pulpo con vinagreta, tortilla de patata con pimiento, bolas de queso idiazábal, queso de cabra con jamón, hamburguesa con cebolla caramelizada, bocartes en vinagre con guindillas, ensaladilla rusa y un sin fin de variedades para dar gusto a los que comemos con la vista y la boca.


Nos gustó mucho esta experiencia, siendo ideal para ser vivida con un grupo de amigos, sin prisa, sin coches y con dinero. Se puede pasar una agradable jornada gastronómica comiendo exclusivamente pintxos por Donosti, a parte de las muchas otras cosas que hay para ver y hacer en la ciudad. Sin duda una visita que merecerá ser repetida en otra ocasión.



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